Destruye la Radio

jueves, marzo 01, 2007

El diario secreto de Laura Palmer (Jennifer Lynch, 1990) Fragmento 3 (24 de julio de 1984)


24 de julio de 1984

Querido diario:

Tengo un montón de cosas que contarte. Todo esto te lo escribo en el interior de un fuerte que Donna, Maddy y yo hemos construido. Papá y mamá dijeron que todo iría bien con tal de que nos quedásemos en la parte de atrás. Utiliza­mos la madera que Ed Hurley nos regaló, y papá se encargó de clavar todos los trozos. Donna dice que si se desatara una tormenta, se nos caería todo encima, pero tengo la sensación de que, pase lo que pase, el fuerte aguantará.

Maddy está guapísima. Ya ha cumplido los dieciséis y en­vidio la vida que lleva. ¡Ojalá yo tuviera dieciséis! Tiene no­vio, y ya lo echa de menos. Hace un rato él la ha telefoneado para saber cómo había llegado. Papá se metió con ella y le dijo que cuando hablaba por teléfono estaba toda acaramelada, pero Maddy no le hizo caso. Donna cree que cuando le salga un novio, lo más probable será que ya tenga cuarenta años y esté medio sorda. Le dije que estaba loca porque las dos ya les caemos bien a los chicos, pero que somos demasiado lis­tas como para salir con ellos. ¿Cómo será cuando me quiera alguien que no sean mis padres? Cuando yo viaje, ¿me telefo­neará para saber si he llegado bien?

En fin, hoy hemos ido todas a ver a Troy a los establos y lo cepillamos y le dimos de comer. Tanto Donna como Maddy han dicho que en su vida habían visto un pony más bonito. Me pregunto qué habré hecho para merecérmelo. Don­na lleva años deseando que le regalen uno, pero su padre nunca se lo ha comprado. Me pregunto cuánto tiempo vivirá Troy y si lloraré cuando se muera.

Donna acaba de leer lo que he escrito sobre Troy, y dice que pienso en demasiadas cosas tristes, y que si sigo así, cual­quiera sabe lo que va a pasar. Donna no sabe todo lo que yo sé. Algunas veces no puedo evitar pensar en cosas tristes. Al­gunas veces son las cosas más íntimas que llevo dentro.

Mamá nos ha preparado bocadillos y dos termos. Uno lle­no de leche bien fría. El otro, de chocolate caliente. Maddy no se tomará más que una taza de chocolate caliente, porque dice que le salen granitos. Yo no le veo un solo granito en toda la cara. Hace tres años que le vino la regla y dice que es una lata. Que te sale acné y que te duele la barriga y que te sientes can­sada y de mal humor cada vez que te viene. Estupendo. Algo más por lo que suspirar. A mamá le vino la regla cuando tenía mi edad, y espero que eso no quiera decir que a mí también me vendrá este año. Ahora que Maddy me ha contado de qué va, la verdad es que no me entusiasma nada.

Estamos comiendo bocadillos y bebiendo leche, y escri­biendo en nuestros diarios. ¡El de Maddy es enorme y está súper lleno! El de Donna está más escrito que el mío, pero ya verás cuánto voy a escribir, más que Maddy. Me gusta la idea de guardar mis pensamientos en un solo lugar, como un cere­bro en el que puedes mirar. Colgamos una linterna en lo alto del fuerte para tener luz y poder ver. De las ventanas de la casa nos llegaba un poco de luz, pero tapamos todos los agujeros porque decidimos que eso nos estropearía la sensación de es­tar solas en el bosque. Con tanta manta y comida ya nos senti­mos como si estuviésemos exactamente donde estamos: ¡En el patio trasero! Maddy dice que ha traído un paquete de ciga­rrillos y que más tarde, cuando mamá y papá se hayan dormi­do, si queremos, podremos probar uno. Dice que están un poco resecos, porque hace meses que los guarda y que no los ha fumado porque tiene miedo de que sus padres se enteren. A lo mejor pruebo uno. Donna dice que no quiere, y Maddy y yo no hemos querido presionarla, porque las verdaderas ami­gas no hacen cosas así. Pero te apuesto a que puedo hacer que Donna se fume uno si le echo una mirada que yo me sé. ¿Te apuestas algo?

Hasta dentro de un rato.

Ya estoy de vuelta.

Nos hemos reído tanto que nos duele el estómago. Maddy nos explicó cómo besa a su novio con la lengua, y a Donna y a mí nos dio un ataque. Donna hizo una mueca y dijo que no le gustaba la idea de los besos de lengua. Yo fingí que pen­saba igual que ella... pero la verdad, querido diario, cuando me enteré cómo se hace, me entró una cosa en el estómago que... no sé. Es distinto de... bueno, da igual. Me dio la sensa­ción de que quizá me guste eso de los besos con lengua, y voy a probarlo con algún chico en cuanto tenga la oportuni­dad. Maddy nos contó que la primera vez tuvo miedo, pero que lleva un año haciéndolo y que le encanta. Yo les conté que el mes pasado, un día que no fui al colegio porque tenía fiebre, entré en la habitación de mis padres y los pesqué des­nudos, y papá estaba encima de mamá. Me fui de la habita­ción, y al cabo de nada, mamá vino a mi cuarto a traerme una aspirina y 7-Up. No dijo ni una palabra sobre lo ocurrido. Donna dice que estaban haciendo el amor; yo ya lo sabía, pero no daban la impresión de estar pasándoselo bien. Sólo se mo­vían muy despacio y ni siquiera se miraban.

Maddy cree que lo más probable es que estuvieran «echan­do un polvete rápido». ¡Puuaaj! Mis padres haciendo el amor. Qué guarrada. Ya sé que así fue como me hicieron, pero la verdad es que no me importaría nada si no tuviera que volver a verlos. Prometo ahora mismo que el día que haga el amor con alguien, será mucho más divertido que lo que vi.

Mamá y papá acaban de venir a darnos las buenas noches, y a contarle a Donna que sus padres han telefoneado para de­cir que mañana no hace falta que vaya a la iglesia, así se puede quedar a dormir aquí. Nos alegramos mucho.

Papá nos pidió que cerrásemos los ojos y tendiéramos las manos, entonces nos dio una piruleta y nos pidió que no se lo contáramos a mamá. Después vino mamá y me dio una bolsita y me pidió «no se lo cuentes a tu padre». ¡En la bolsita había tres piruletas más! Maddy miró sus piruletas y suspiró. «Granitos», fue todo lo que dijo. Pero les quitó el papel y las tres nos metimos las piruletas en la boca e intentamos cantar «Rema, rema en tu barca» con la boca llena. Donna dijo que la piruleta mordida se parecía a algo que Troy nos dejaría de regalo, y las tres las escupimos enseguida.

Maddy nos contó un cuento bastante bueno, de miedo, sobre una familia que sale de paseo una noche y, cuando vuel­ven a casa, encuentran a unas personas que los esperan ocul­tas para matarlos. La historia no termina ahí, pero la verdad es que no sé si quiero acordarme de ella dentro de un rato. No quiero alimentar mis sueños. Donna salió del fuerte para hacer pis, entonces Maddy aprovechó para contarme que hace tiempo que ella también tiene pesadillas. Dijo que no quería hablar del tema delante de Donna porque a lo mejor ella no iba a entenderla. Dice que en sus sueños aparezco yo en el bosque. Donna volvió al fuerte y Maddy no quiso contarme nada más. ¿Habrá visto Maddy al hombre del pelo largo? ¿Y el viento? Maddy escribe poesías en su diario, porque dice que a veces es más divertido que escribir el rollo de siempre, y que si algún día alguien llegara a verte el diario, a lo mejor no entendería todo lo que ponen las poesías. Mañana voy a probar.

Hasta dentro de un rato.

¡Aja! Te dije que podía hacer que Donna probara un ciga­rrillo. Maddy los sacó y encendió uno, después me lo pasó para que probara. Me encanta echar el humo por la boca. Es como si de ella saliera un espíritu danzarín y pequeñito. Como si fuera una mujer mayor rodeada de gente que me mira con cara de querer ser como yo. Incluso Donna dijo que parecía una persona madura cuando me vio fumar. Ni siquiera me he tragado el humo, así que no sé qué habría pasado si lo hubie­ra hecho.

Después le tocó el turno a Donna, y antes de que dijese que no, yo fui y dije: «Me alegro de haberlo probado, así no tendré que volver a hacerlo nunca si no quiero». Entonces Donna cogió el cigarrillo, le dio unas caladas y el fuerte se lle­nó de humo. Quedaba muy bien así, fumando, pero le entró un poco de miedo, tragó humo, y no veas el ataque de tos que le dio. Apagamos el cigarrillo y ventilamos el fuerte a toda pas­tilla por si mamá y papá llegaban a despertarse. Creo que un día de estos me voy a comprar un paquete de cigarrillos, y me los voy a guardar como hace Maddy. No pienso engancharme al tabaco ni nada parecido. Soy muy cuidadosa.

Bueno, ya nos vamos a dormir y las tres estamos despi­diéndonos de nuestros diarios. Buenas noches. Creo que tú y yo vamos a ser muy buenos compañeros.

Con todo mi cariño, Laura

* * *


1 comentario:

Anónimo dijo...

hola ma llamo Rodrigo sabes estoy buscando el diario secreto del laura palmer y me es imposible y ahora veo en tu blogs ke lo tienes queria ver si no es mucho problema si me pudieras enviar el archivo pdf del diario ,si es ke lo tienes ,bueno eso seria muchas gracias

email: frs70@hotmail.com